domingo, diciembre 03, 2006

ENCUENTRO II


Para Yorick...

Eran las 12 menos cuarto al momento en que aquel desvencijado y ridículo autobus arribó a mi paraíso. Yo, que con escasa ropa miraba desde la playa el descenso de sus ocupantes, no logré ubicarte enseguida dentro de la multitud, así que cuando el operador cerró la puerta me acerqué y le pregunté si eran todos los pasajeros. Contestó con enfado que sí. Le pedí que de nuevo abriera y revisara bien. A regañadientes accedió, más que nada porque entendió que no lo dejaría en paz sin saber de ti. Ambos abordamos el cacharro y allá, casi al final, dormías como si estuvieras en el lecho más suave y confortable. Ese sombrero que llevabas no me dejaba verte bien, pero tus cejas y boca eran incofundibles. Le dije que no te despertara. Al menos no inmediatamente. Me sentí mal de interrumpir tu sueño, pero el chofer golpeó con un manojo de llaves el borde del asiento y saltaste de inmediato. Nos miraste con sorpresa y maldiciéndonos, como es tu estilo. No pude contener la carcajada y tu molestia se convirtió en disgusto. Él te indicó que bajaras y con desprecio te dispusiste a descender. "Sí weyes...me voy. Y como allá abajo me están esperando, ustedes vayan y ..... mucho a su madre". Eso dijiste cuando ya corrías hacia el mar y abriendo los ojos con desmesura para descubrirme.

Yo te seguí y debo confesarte que estaba disfrutando como un imberbe el momento, dejando que la incógnita se mantuviera por unos minutos más. Observaba con total curiosidad tu indumentaria, parecida a la que hace años vi en Montego entre rastafaris, amigos míos con quienes conviví un tiempo entre guitarras y bohemia. Te asocié con ellos y te encontré más interesante. Quería que descubrieras sin ayuda que yo era yo.

Sólo un pequeño malecón de arena fina bordea la caleta que forma el contorno de aquella hermosísima bahía. Lo recorriste con parsimonia y acalorado por ese ropaje, hasta llegar al palmar de Gabriel, quien se encontraba sirviendo algunos ostiones y calamares que por la mañana había sustraído al océano. Te dirigiste a una mesa y cuando pedías una bebida, él gritó: Errante...qué te tomas hermano?...lo de siempre?..., dijo, cuando ya servía mi tequila mantarraya.

Al escuchar mi nombre diste vuelta y finalmente me miraste con una sonrisa, para enseguida avalanzarte hacia mí, abrazarme y plantarme un beso, tan intenso como puede serlo el primero. "Si hubiera sabido que eras tú, mi mentada habría sido menos rasposa"...aclaraste. "Si hubieras sabido que era yo, jamás me habrías vuelto a ver"...dejé caer con sinceridad. Entonces, ambos sentimos que éste era un reencuentro que tuvo una pausa de toda la vida. Nos sentamos y esperamos el atardecer, para luego perdernos en el mar, en la arena y en la oscuridad...





4 comentarios:

Rodrigo dijo...

Quién es Yorick...?!

Unknown dijo...

Y cuando desperté seguía ahí...

Unknown dijo...

Muchas gracias, Errante querido, es un regalo inesperado, aunque intenso, directo, profundo, sincero, cálido, generoso, aunque he de decir, un poco adelantado. Me gustaría ser ese viajero, el de ese camión casi destartalado, desvencijado como la vida, pero bien vivido y añejo, suave y liviado como una plegaria...

Unknown dijo...

¿Quién es Rod...?!!


Acerca de mí

Nací un martes 13 exactamente a las 00.13 y alguien dijo que por eso estaba emparentado con un ángel desalojado del Paraíso. Tal vez...