sábado, septiembre 02, 2006

ÁNIMAS

Conozco este lugar. No sé de dónde, no sé cómo ni cuándo, pero he estado antes aquí. Sí...Allá, con todo y esa polvareda, alcanzo a mirar el campanario y...mmm, ¡no puede ser!...si tú te fuiste hace mucho de este mundo. Qué quieres?
No te asustes...hermano, aprovecho que llegas pa saludarte, si no cuándo? O deveras crees que pasando el río igual tengo juerzas pa que me veas?...No, no. Además...no te entretendré más que un ratito, lo suficiente pa decirte dos o tres cosas que no pude en mi otra vida. Ven, siéntate y pon atención...
La alma del difunto Panchito, ese amigo al que yo tanto quise y que me ascompañó y yo lo acompañé dende chamacos, empezó a mover la boca como si fuera un vivo, aunque de ojos nomás tenía dos lunarcitos oscuros, oscuros, que no miraban. Una voz que no se parecía a la del empezó a contarme cómo había muerto, o mejor dicho, cómo lo habían matado. Si ya desde que se me acercó esa ánima yo estaba temblando, con lo que decía sentía que se me iba el color y sudaba a mares. Qué bueno que estaba sentado en el piso, porque de repente todo me empezó a dar vueltas y la voz aquella se me fue perdiendo. Vi borroso y cuando volví, bañado en llanto me di cuenta que la dichosa aparición seguía conmigo. Le hice cruces, recé un Padrenuestro y hasta me acordé de La Magnífica no sé cómo...pero con nada se iba. Le supliqué, le dije que me pegaría un soplo, que tenía problemas con mis intestinos. Todo fue inútil.

Por favor Panchito!...como haya sido, pero pos tú ya estás más pa yá que pa cá. Yo te quería mucho y te quiero en el recuerdo, pero no me martirices más. Qué quieres qué haga pa que me dejes en paz? Dime y vete. Te prometo que, aunque no soy muy creyente y tú lo sabes, con tal que descanses, regresando a Juanacatlán te mando hacer tres...no, mejor cinco misas, pero por caridad...

La ánima esa se hizo pa trás, aunque no tenía pies ni manos, pero se echó pa trás como volando, de un trancazo. Luego dijo: No quiero misas ni quiero nada. Vine porque veniste y descanso conque sepas quién me mató. Si haces o no haces, allá tú, pero eso sí: avísales a Fernando, a Cristóbal y a Teodoro que me viste y platícales lo que te conté. Si eso haces, pa mi será bastante y jamás me volverás a ver. Dícelos!.

Pero...Pancho, comprende que si les platico, una de dos, o me juzgan de loquiferio, o se van a dar cuenta de que lo sé y me mandan pa yá donde tú stás, y pos como que todavía no me toca. Si fuera lo primero pos qué le hace. Locos ya stamos todos, pero lo otro, me da rete harta muina. No la friegues. Más bien yo te pediría, porque las ánimas dicen que todo lo pueden y aparte pos yo fui tu amigo y siempre te quise, o no?
Sí, dijo aquel, es cierto. También yo te quise y te quiero. Por eso me dieron permiso de venir del mundo negro.
Miré con miedo y con atención al aparecido, que se quedó como pensando, mirándome también con esos lunares como ojos. Entonces dijo: Está bien. No les digas nada. Pero tráelos pa cá dentro de ocho días. A ver cómo le haces pero te los traes. De lo demás yo me encargo. Prométemelo!.
Con tal de salir del paso rápido le contesté que sí, pa luego partir carrera y no paré hasta llegar al arroyo del Ahogado. No sé cómo le hice, pero iba sintiendo que la almita venía rozándome el pezcuezo y eso me hizo casi volar. Llegando al Ahogado ya no pude más. Mis piernas se me doblaron y azoté. Serían como las diez de la noche o algo así. Si no hubiera sido porque de chamaco esos eran mis rumbos, yo creo que no la hago.
Después de algunas resolladas gruesas el alma me volvió al cuerpo y seguí a mi destino. Llegué a Juanacatlán casi a las seis. Ya staba clareando y alcancé a ver a Don Toñito el de la maderería, pero él no me divisó. Como pude abrí la puerta y me dejé cáir en el petate. No alcancé a llegar más lejos.

Por hay de las doce y sólo porque golpeaban la puerta hasta aturdir, me levanté. No sentía las piernas ni los brazos. Trastabillé y atontado abrí. La luz del intenso sol del mediodía no me dejó ver con claridad a quien me hablaba. Nomás miré un bulto. Qihubo guey...! Mira nomás qué horas de levantarse!. Pos que no piensas ir con Luis! Ya todos salimos de misa y vamos pal rancho, o qué?...se te olvido que ora era la matrimoniada?...

La matrimoniada!!!...Chin...Se me olvidó deveras. Orita me paro y me arreglo..pérame guey¡

Y salimos pa San Thelmo...como a una hora en la troquita de Diego. Nos fuimos platica y platica y ni me volví a acordar de aquello hasta que al llegar a la casa de Don Rómulo, el papá de Luis, ahí estaba Teodoro. Lo miré y como si hubiera visto al Diablo...hasta se me revolvió el estomago. Casi ni podía creer que fuera el mismo que dijo el ánima.
Parece que viste un muerto! dijo Don Rómulo dirigiéndose a mi. Jajajaja. Me agarró del brazo y me jaló pa darme un abrazo d esos que saben dar los hombres viejos y corriosos. Ah que don Rómulo!. Si supiera que su hijo...Ah que don Rómulo...!

No hay comentarios.:


Acerca de mí

Nací un martes 13 exactamente a las 00.13 y alguien dijo que por eso estaba emparentado con un ángel desalojado del Paraíso. Tal vez...