jueves, enero 11, 2007

EL ÁNGEL


Vino un día y me tomó por sorpresa. Era un ángel. No sabía cómo eran los ángeles hasta que él llegó, pero no creo que se parezca a otros o a alguno. Me tomó por sorpresa. Todos los días de mi vida soñé y aguardé a que llegara y puesto que mi esperanza se había extraviado, casi cerraba ya la ventana. Lo miré y minuciosamente revisé su cuerpo. No tenía alas ni era rubicundo. Tampoco regordete ni rubio. Sus ojos, profundamente negros, tanto o más que mi oscuridad, me situaron por un instante entre el desconsuelo y la desilusión. Siempre leí y me dijeron que los ángeles eran blancos y de mirar azul. No. No era el prototipo y sin embargo mi conciencia pero sobre todo mi alma me decía que sí era un ángel.

Él buscaba traviesamente que su mirada y la mía se encontraran. Yo no podía desprenderme de su imagen. Jugaba conmigo. Me conocía a la perfección, desde siempre. No sé por qué ignoró mis llamados y menos por qué de pronto había decidido venir. Al verme a los ojos, descubrí un lago límpido y sereno, lleno de paz y de dulzura. Sus palabras, su voz, obraron el inmenso placer de remontarme a no sé cuál centuria, a la más hermosa de todas cuantas he trastocado.

El ángel, que no dijo si era el mío, de un momento a otro, sin sentirlo, hizo de mi espíritu algo suyo. Se apoderó de él con suavidad, enmedio de una bruma increiblemente fresca, extrañamente familiar y de una sensualidad exquisita. Por un momento quise interrogar, saber, inquirir, pero temí quebrantar aquel momento incomparable. Entonces guardé silencio y dejé que el misterio nos rodeara para ir descubriendo cada segundo el otro placer, el de ignorar; el de que sin protestar, los sentidos hicieran lo suyo. En definitiva, no era como los demás ángeles.

Intempestivamente...se esfumó. No me di cuenta cuándo se fué...o si yo me fui y... apareció un sentimiento de inmensa soledad y abandono, aún más intenso y doloroso que el de antes.

La aurora estaba por despuntar y supliqué que se dilatara un poco para intentar ansioso la inútil búsqueda. Los últimos instantes de la noche se diluyeron presurosos. Desde entonces, al llegar la oscuridad miro el horizonte y me confunde el brillo de la Estrella Polar. Cruelmente me hace creer que con ella vendrá de nuevo para no irse jamás. Pero es un engaño. No volverá. Lo sé bien. Por eso cada noche, entre sollozos, dedico una lágrima negra, muy amarga, al ángel nocturno que cayó, que llegó sin querer.

1 comentario:

Mar dijo...

Que sorte teres conhecido um anjo!
É sempre um prazer partilhar da tua sensibilidade e criatividade!


Acerca de mí

Nací un martes 13 exactamente a las 00.13 y alguien dijo que por eso estaba emparentado con un ángel desalojado del Paraíso. Tal vez...