
Eran colores diáfanos, increibles,
cuando el sol inició su partida
en la más hermosa de las tardes,
en el momento menos oportuno.
Tú, como una esfinge, oteabas
el firmamento buscando ilusionada
el primer lucero, el primer instante
de aquella noche que nacía.
Yo, nostálgico, sin querer perdí
entonces lo único valioso que poseía,
mi humilde regalo a ese crepúsculo,
una lágrima niña que murió al brotar.
Extraviada tu mirada en el horizonte,
fuiste incapaz de percibir la hondura
de aquel momento extraño,
en que mis dos amores se reunieron.
cuando el sol inició su partida
en la más hermosa de las tardes,
en el momento menos oportuno.
Tú, como una esfinge, oteabas
el firmamento buscando ilusionada
el primer lucero, el primer instante
de aquella noche que nacía.
Yo, nostálgico, sin querer perdí
entonces lo único valioso que poseía,
mi humilde regalo a ese crepúsculo,
una lágrima niña que murió al brotar.
Extraviada tu mirada en el horizonte,
fuiste incapaz de percibir la hondura
de aquel momento extraño,
en que mis dos amores se reunieron.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario